Buenos Aires, Corrientes y Florida, pleno centro de la ciudad porteña. 19.30 hs. Estoy estudiando, o tratando por lo menos, de comprender la sintaxis y la lengua latina, en el local de comidas rápidas que queda en la esquina de esta céntrica avenida.
De pronto, el bullicio de un grupo de niños me hace perder de vista el grueso de apuntes para prestar toda mi atención a los pequeños que se acercan a mi mesa y ocupan la contigua.
Los niños, unos cinco pequeñuelos, se sientan alrededor de un hombre que tiene pinta de ejecutivo, de esos que es inevitable cruzarse a cada rato por estas latitudes.
Él es quien trae a los niños, que no son sus hijos, que no son sus sobrinos.
Les compra a cada uno, un menú de los que venden en este lugar. Antes, cual maestro de escuela, les ordena: "A lavarse las manos, todos". Y al segundo, corren hacia la escalera para bajar al primer piso para lavarse las manitas, que en instantes se embadurarán en hamburguesas y papas fritas...
Son niños de la calle, niños a quienes la niñez se les esfuma a cada instante bajo el peso del trabajo, ese trabajo de cartón que los ayuda a poder vivir.
Vuelven rápidamente, se sientan junto al hombre trajeado y a su mujer, que llega con las preciadas "cajitas".
-¿Ya se lavaron las manos?, pregunta ella.
-Síiii, contestan a coro los pequeños.
De esta forma, todos, apresurados comienzan a comer y saborear el alimento. En tanto, el hombre observa unos cuadernos que puedo intuir desde mi mesa, son los cuadernos de escuela de los niños.
Uno de ellos, es hincha de Boca; el hombre es de River pero pese a las diferencias, se llevan muy bien y entablan una conversación sobre el partido que días atrás han perdido ambos equipos.
El nene promete ir la semana siguiente a la cancha para ver el "superclásico", aunque antes advierte: -"para ir, tengo que juntar muchos cartones"...
Hoy están contentos, alguien los escucha, les habla y no los ignora como el grueso de la población. Y yo siento que aún se puede confiar en que no todo está perdido, mientras haya gente como este hombre y su mujer.
Nada está solucionado, es verdad, menos con una comida, pero cabe destacar la actitud, la preocupación por el otro, aunque más no sea, aportando un granito de arena, para que estos chicos por lo menos, hoy, puedan sonreir.
4 comentarios:
Ojalá hubiera miles de almas que ayudaran a los pobres, tantas que los pobres dejaran de existir...
lindo gesto, es verídico?
sí, es verídico, pasó hace un par de años, y por lo que pude observar, no era la primera vez que esos chicos se encontraban con esas personas, parecía que siempre los llevaban a comer, los ayudaban, les miraban los cuadernos... Esa tarde me fui contenta...
Un texto esperanzador, positivo......rescato no solo la actitud y noble gesto del hombre y de la mujer, sino tambien tu actitud y sensibildiad para dejar que ese nada trivial evento te alegrara el dia......te felicito.
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