Bienvenidos a Trazos de Letras

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viernes, 19 de diciembre de 2008

Vida rutinaria, señor Chapman.


La vida del señor Chapman había cambiado mucho desde que había logrado el preciado ascenso en la empresa. Tanto, que se había vuelto exacerbadamente rutinario.
Todas las noches, al regresar de su trabajo, llegaba a su casa y llamaba a su mujer, mientras que con una mano se aflojaba el nudo de la corbata y con la otra colgaba su saco en el perchero gris. Su mujer le contestaba de forma muy amable el saludo y luego le contaba cuál sería la cena.
Sin embargo, aquella noche, algo muy extraño sucedió.
Como siempre, el señor Chapman llegó a su casa, colgó su saco y llamó a su mujer para saber qué habría de cenar, no obstante, no escuchó respuesta alguna. Aturdido, pensando que él, al estar agotado y venir distraído de su trabajo no había escuchado el saludo, volvió a llamarla, pero nuevamente no obtuvo respuesta. Confundido corrió rápidamente a la cocina. Allí se encontró con una mujer gorda vestida de cocinera que lo invitaba a tomar asiento para comenzar a cenar. Sorprendido, el señor Chapman preguntó de inmediato por su mujer, a lo que la misteriosa cocinera respondió señalando con un dedo la siguiente nota:

No lo tolero más, estoy cansada de ser sólo una cocinera
esclavizada. He decidido tomarme unas vacaciones y nadie, ni nada, podrán
evitarlo. Pero no te preocupes, me acordé de vos y como sé que no podés vivir
sin tener la cena lista, las camisas planchadas y los otros enseres que ya
sabés, te dejo a una experta cocinera para que te atienda. Me voy del país pero
sé que estarás bien. Estás en buenas manos…
Hasta siempre.
M.


En ese momento y por primera vez desde hacía veinte años, el señor Chapman dejó aflorar sus sentimientos y no realizó algo rutinario. Tomó su saco y salió rumbo al aeropuerto para tratar de convencer a su mujer de que no se fuera.
Al llegar, buscó desquiciadamente el vuelo que partía hacia París pero al encontrarlo notó que sólo faltaban diez minutos para que despegara. Corrió y corrió, para evitar que su mujer abordara. Sin embargo, ella, con lágrimas en los ojos, le tiró un último beso marchito de amor, y subió. Fue la última vez que vio a su esposa. El señor Chapman pegó media vuelta y fue.
Más tarde se presentó a su nueva compañera y cenó amargamente. Mientras comía se dio cuenta de que ya no le importaba trabajar, que ya no quería dormir y menos aún le interesaba la comida, si su mujer no estaba con él.
Dejó que sus impulsos lo dominaran y volvió al aeropuerto para sacar un pasaje a Paris, para ir a buscar a su mujer. Necesitaba decirle y demostrarle que la amaba, que nada en la vida le importaba más que ella, que jamás volvería a realizar una rutina. Volvería a ser el hombre impulsivo e imprevisible que alguna vez había sido sin importarle las consecuencias.

Ilustración: Patricia V. Sanchez

5 comentarios:

Anónimo dijo...

da ganas de salir corriendo!!!

Jardinero del Kaos dijo...

A todo esto ¿Quien le iba a pagar a la cocinera?

A todos nos pasa en algun momento, pero siempre es tarde para volver atras asi que mejor tomar el toro por las astas y que sea lo que dios quiera...

saludos y un gusto tenerla por mi jardin del kaos!!!

Anónimo dijo...

Muchas veces creo que es inevitable escaparse de al rutina, pero ese no es el problema, sin o que tipo y calidad de rutina tengamos, o sea que actividades concretas implica, y que tanto permitamos darle lugar a la espontaneidad y lus impulsos para condimientar los dias....
Quizas el punto es hacia donde te lleva la rutina.......puede hacerte crecer y enriquecerte, o caer en la repeticion y el sonambulismo diurno dede tan solo cumplir con las conformistas expectativas sociales.....

Anónimo dijo...

La rutina... Sería rutina o aburrimiento lo que terminó abatiendo a la señora Chapman? Tal vez solo no le gustaba cocinar...
Saludos.
Naty

Anónimo dijo...

La rutina... Sería rutina o aburrimiento lo que terminó abatiendo a la señora Chapman? Tal vez solo no le gustaba cocinar...
Saludos.
Naty