Bienvenidos a Trazos de Letras

**Bienvenidos a este rincón del Universo creado para la distraer la mente con lo que sea... Con palabras ajenas, con palabras propias, con comentarios al pasar, con quejas detenidas...Que sea éste, un espacio para el intercambio, un lugar de encuentro con amigos, un café donde escuchar la lluvia caer por la ventana o un hombro en donde poder descanzar la aturdida cabeza conflictuada...No se pide nada a cambio, pasen y vean (o lean); la entrada es libre y gratuita...**


miércoles, 14 de enero de 2009

Jaunted Tower (II parte)


Tuve una segunda sensación de que me observaban pero esta vez lo hacían sin que yo pudiera percibir desde dónde, ya que tenía los ojos muy fuertemente cerrados.
Tengo que dejar de ser paranoica, reflexioné, sino me volveré loca.
De a poquito volví a abrir los ojos; la luz se encontraba encendida y la puerta del ascensor abierta, a pesar de que yo no había oído su particular sonido.
El miedo me paralizó. No sabía qué hacer. ¿Qué era lo que me había pasado? ¿Había realmente sucedido o había sido todo producto de mi imaginación?
Decidí no permanecer ni un segundo más en el ascensor. Salí corriendo, tomé mi saco, mi cartera y… Me aterré: la única salida era el ascensor. Debía volver a él. Aún permanecía abierto, como esperándome.
- No quiero, ¡no quiero!- dije al borde del llanto.
Las luces de la oficina empezaron a apagarse una tras otra; cuando quise darme cuenta, el piso se hallaba en completa oscuridad.
Desesperada, corrí al ascensor. Comencé a bajar cuando de pronto me percaté de que yo no lo había ordenado. Inmediatamente después de pensar esto, el ascensor se detuvo. Recordé que debía salir antes de que se iniciara el cierre del edificio. Miré la hora: 7.49.
-No puede ser- grité.
¡Mi reloj tuvo que haberse parado!
Volví a mirarlo con miedo y todo quedó en la oscuridad. No llegué a ver la hora. Tuve la sensación de estar en movimiento.
Fuera de todo control humano, me acurruqué en un rincón y traté de guarecerme de lo que me acechaba.
El pánico se había apoderado de mí y nadie podía oírme. Eran, seguro, más de las ocho.
Lloré hasta perder la razón…


Me desperté con los gritos de mi jefe: - Señorita Wilson, señorita… - Muy bien, veo que tomó al pie de la letra las indicaciones de esta empresa. Ha llegado hoy más temprano que de costumbre, de todos modos no era necesario. Ya no estoy enojado con usted…

No entendía nada, sin embargo mi jefe continuó: - Su horario de entrada es a las 10. ¿Por qué ha llegado tan temprano a la oficina? El personal de limpieza, mejor dicho, el primer empleado que llegó, me avisó que usted ya se estaba aquí cuando él llegó. ¿Salió usted ayer? ¿Le pasa algo?
¿Oficina?, me dije para mí misma. Miré alrededor y noté que me encontraba como había dicho mi jefe, en mi oficina.
-¿qué es todo esto? ¿Qué pasó? ¿Qué pasa? Esto es un sueño. ¡Quiero despertar! Ahhh- grité desgarradoramente.
-No señorita, ¿qué le pasa?- me dijo sacudiéndome con fuerza.
-No puede ser, no…
-Sí señorita, la asciendo a subgerente de la compañía, no quería decírselo de esta forma, pero veo que ya le han ido con el chisme. No es un sueño. Por favor, lávese la cara, es lunes y usted con todo su rostro embadurnado de rimel como si hubiese llorado días enteros. Mire la hora que es y ¡usted en ese estado!
Aturdida, caminé apresuradamente hasta el baño sin entender lo que pasaba. Me lavé la cara y traté de reflexionar: llegué, no había nadie y me quedé dormida, eso es todo. Lo que pasó, no pasó, fue sólo un sueño… Administradora, buen cargo… Cada día estoy más arriba, pensé mientras me acomodaba la ropa al mismo tiempo que advertía con horror las manchas de café sobre mi ropa. Corrí desesperada a buscar mi saco y no lo encontré.
Noté que mi jefe estaba en su oficina, entré y sin mediar otra palabra le grité casi sin voz: -renuncio- Odio este lugar, ¡lo odio! ¡No pienso dejar mi vida en el infierno!
Corrí y subí al ascensor, única salida evidente. Sólo quería… ¿regresar? A Uruguay.
Algo rozó mi pie y al observar no pude contener mi aberración, era mi saco.
Casi en estado de locura total, recordé que nunca ordené al ascensor bajar y lo estaba haciendo.
Sin aliento, quise atreverme a mirar mi reloj, apreté fuerte los puños y miré la hora: 7.49.

sábado, 10 de enero de 2009

Jaunted Tower




Hoy es viernes, me dije a mí misma. Esto alivia mi stress que ya ha subido a niveles exorbitantes esta semana. Concluiré mi trabajo y saldré de este edificio que sólo un maniático con suerte podría haber inventado.
“Antes de irse, deje todo en su sitio”, me gritó el estúpido que tengo por jefe.
Menos mal que los pensamientos no pueden oirse pensé.
-Sí jefe, él escuchó. Y agregó – Recuerde que tiene veinte minutos para terminar, ordenar sus papeles y salir del edificio. Creo que no hace falta que le recuerde algo que a esta altura del partido ya sabe a la perfección: el cerebro técnico de este lugar abre sus puertas automáticamente el lunes a las siete de la mañana y las cierra indefectiblemente a las ocho en punto, de lunes a viernes.
-Sí, ya lo sé muy bien, no por algo hace diez años que trabajo aquí- le subrayé con mi bronca brotando a borbotones en mi voz.
-Bueno, entonces, hasta el lunes- me dijo sin gracia.
Ojalá algún día te pudras encerrado en esta basura que construiste, pensé.
Terminé de guardar los papeles y miré la hora: 7.48. Todavía tengo once minutos, y un minuto más para bajar por el ascensor, me jacté.
Si no fuera por mi puntualidad, tu mundo se habría ido al carajo, volví a pensar…
Es obvio que la única persona capaz de ser tan enfermamente puntual soy yo. Si tuvieras otra empleada, hubiese muerto dentro de esta mugre tecnológica, y ahora estarías preso por inventar esta máquina del infierno.
Qué más da. Traté de tranquilizarme. ¿Para qué seguir quejándome como mula, si este fin de semana la pasaría en mi casa?
¡Por fin lejos de los porteños y de todas sus locuras! ¡Ah, qué alivio!
Bajé dos pisos y me acerqué a la máquina expendedora de café.
Por primera vez, en el silencio que reinaba por ser la única humana dentro del edificio, me sentí observada, y no precisamente por las cámaras de seguridad...
Un escalofrío corrió rápidamente por todo mi cuerpo.
Este café me alejará de la paranoia, pensé.
Vivir en Buenos Aires es elevadamente estresante pero jamás pensé que me volvería paranoica. Todos los porteños están locos y te lo transmiten, sentencié.
Volví a mirar el maldito reloj: 7.49
Subí nuevamente buscar mi abrigo y me disponía a salir del ascensor con mi espumoso café cuando la puerta del ascensor, apenas abierta, volvió a cerrarse sin permitirme descender.
-¡Qué mierda pasa! – grité histérica, derramando el contenido del vaso sobre mi blusa de seda italiana.
Todo quedó a oscuras.
Se habrá cortado la luz… Cerré los ojos muy fuertemente y pensé y rogué a las puteadas que la mierda cerebral accionara las luces de emergencia...


(continuará)


jueves, 8 de enero de 2009

Sonatina

Rubén Darío


La princesa está triste...
¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro;
y en un vaso olvidada se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos-reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y, vestido de rojo, piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las Islas de las Rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay! La pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar,
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte;
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real,
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
(La princesa está pálida. La princesa está triste)
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

-¡Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-,
en caballo con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor!

lunes, 5 de enero de 2009

¡FELIZ AÑO NUEVO!



Feliz año para todos!
Que el nuevo año que comienza les traiga felicidad, buenos momentos y mucha creatividad!
Espero que el 2009 sea mucho mejor que el año que se fue, y que traiga paz al mundo.
Desde mi humilde lugar, les deseo a todos lo mejor para este año que recién está en pañales!
Besos
Atenea.